Nestlé es la principal empresa de la industria del café a nivel mundial. Ahora, el grupo suizo también quiere ser líder del sector desde el punto de vista ético: según promete, a partir de 2025, el 100 % de su producción deberá ser “responsable”. Sin embargo, la empresa aplica una política de compras despiadada, sobre todo en su café soluble, el “Nescafé”. El precio lo pagan los agricultores, como demuestra esta investigación en la región cafetalera del Soconusco, al sur de México, donde al llegar, nos encontramos con airadas protestas contra la empresa.
Eduardo Camarena, un caficultor del estado de Chiapas tenía problemas en su finca: las plantas no crecían por la sequía, pero llegó el “Plan Nescafé”, “y participar fue la mejor decisión de mi vida”, dijo radiantemente, ante la cámara en un video promocional de Nestlé, producido en el 2015. Los agrónomos de esta empresa le enseñaron a gestionar su negocio y a mejorar su cosecha. Sí, incluso dice que se ha convertido en mejor persona. Y lo más importante: “ahora puedo cumplir la promesa que le hice a mi difunto abuelo y continuar con la finca familiar”.
Pero nueve años después de la producción de este video, el 15 de febrero pasado, fuimos a la Ruta del Café, en Tapachula, la capital cafetalera de la región Soconusco de Chiapas. Es una larga carretera que une a las fincas y donde cerca de 200 agricultores y agricultoras salieron de aquí para desde temprano bloquear una autopista, a las afueras de la ciudad. La ira de estas personas se dirigió contra la multinacional alimentaria con sede en Suiza: Nestlé.
“Nestlé, empresa sin ética, empobrece a Chiapas”, decía una de las pancartas, “Si la pobreza es un hecho, la manifestación es un derecho”, se leía en otra. Eduardo Camarena, el caficultor del video, era uno de los que estaba frente a los sacos de café que ardían en llamas y que decían “Plan Nescafé”. “¡Plan Nescafé, pura mentira!”, gritaba.
¿Qué ha pasado?
La gran promesa
Estamos con Eduardo Camarena en la Ruta del Café, a una hora de Tapachula, donde un polvoriento callejón conduce a su finca “El Capricho”, un terreno de 70 hectáreas. En cuanto nos subimos a su camioneta cuenta.
“El gran problema en la región es que todos hemos cambiado de café de la variedad arábica a la robusta. Hace catorce años, los agrónomos de Nestlé llegaron, nos dijeron que si cambiábamos de arábica a robusta nos apoyarían con cursos de formación y plantas de alto rendimiento. Que de esa manera duplicaríamos nuestros ingresos”.
© Damián Sánchez
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Eduardo Camarena en su finca. © Damián Sánchez
Eduardo Camarena en su finca. © Damián Sánchez
La finca familiar de Eduardo Camarena de 70 hectáreas. © Damián Sánchez
La finca familiar de Eduardo Camarena de 70 hectáreas. © Damián Sánchez
Robusta es la variedad que esta empresa necesita para su café en polvo, el “Nescafé”, el cual, es un mercado en auge. La planta suele ser resistente y fácil de cuidar, pero es de baja calidad y barata, comparado con el arábica que se cultiva tradicionalmente bajo árboles de sombra, lo cual reduce la deforestación y fomenta la biodiversidad.
Chiapas, en el sur de México, es el mayor productor de café y, al mismo tiempo, el estado más pobre del país. Aquí, alrededor de 180 000 agricultores y agricultoras producen casi el 40 % de la producción nacional. De acuerdo con los datos de la Organización Internacional del Café (OIC), en la cosecha 2022/2023, México fue el octavo productor en el mundo con alrededor de 250 millones de kilogramos producidos.
La región de Soconusco es conocida por su café arábica de alta calidad, que prospera, gracias a las condiciones climáticas óptimas y al suelo volcánico fértil. En todo México, las variedades de arábica se cultivan tradicionalmente bajo árboles de sombra, lo cual reduce la deforestación y fomenta la biodiversidad. Sin embargo, Nestlé colabora con el gobierno mexicano para promover el cultivo de Robusta, que no beneficia en nada a la biodiversidad porque no crece en sombra. A nivel mundial, casi el 70% del café robusta que se consume procede de Vietnam y Brasil, quienes usan más fertilizantes y mecanizan el cultivo.
"Somos esclavos de Nestlé"
A mitad de camino hacia la finca de Camerena nos encontramos con un grupo de hombres disgustados, todos pequeños agricultores con un máximo de dos o tres hectáreas de tierra, como la mayoría de caficultores/as del Soconusco y del mundo. Ellos y ellas también pasaron de tener café arábica a plantar robusta, como parte de su ingresó al “Plan Nescafé”.
“¡Vivimos del café y tenemos familias que alimentar! Pero al precio que nos paga Nestlé es bajo. Practicamente somos esclavos de Nestlé”.
Estas personas coinciden en que el cambio de Arábica a Robusta los convirtió en dependientes del gigante alimentario porque, aunque no están obligados a venderle, en la región, es la única que les compra esa variedad.
Pero este café no lo adquiere directamente la multinacional suiza, lo hace a través de empresas intermediarias ubicadas en Tapachula, - principalmente Casemex, EGOS y Merino -, quienes compran la cereza a los caficultores durante la cosecha de octubre a marzo, para luego limpiarlo y en grano venderselo a Nestlé.
Los agricultores con terrenos grandes como Eduardo Camarena, el hombre del vídeo, llevan su cosecha hasta las empresas intermediarias, pero los pequeños productores suelen vendérselo a un "coyote", quien junta grandes cantidades para luego vendérselo a las mismas empresas intermediarias, que finalmente se lo venden a Nestlé.
Luego de tres años del Plan Nescafé: "se acabó la fiesta"
En la finca “El Capricho”, Camarena nos muestra las condiciones que aceptó para estar en el “Plan Nescafé”, se trata de documentos para ser “4C”, una certificación, que forma parte del Plan, cuando el café es sostenible (véase el recuadro más abajo).
Durante tres años, la empresa le dio cursos, plantas y asesoría de agrónomos, incluso, directivos de Nestlé Suiza le visitaron en su finca.
Muestra una foto. Es la “primera generación de la escuela Nescafé”, donde posa junto a sus 54 compañeros/as, provenientes de todos los estados del sur de México.
“Y entonces”, dice con tono sarcástico, “se acabó la fiesta”.
El caficultor asegura que invirtió mucho dinero para cumplir con los requisitos -laborales y medioambientales- para ser “4C”, pero con los precios que hoy le pagan, “no salen las cuentas”. “Sin el costoso fertilizante, la producción me sale a casi 30 pesos por kilo y Nestlé paga más bajo."
Los cursos que tomó cuando fue alumno del “Plan Nescafé”, se desarrollaron bajo el título “Creación conjunta de valor en la empresa cafetalera”. La promesa era que campesinos se convirtieran en empresarios y beneficiarse. Pero, hoy Camarena afirma amargamente:
“Han roto esa promesa”.
La primera edición del Plan Nescafé se lanzó en 2010 en México; hoy, es el tercer proveedor de café más importante de Nestlé. El grupo suizo se comprometió a invertir 350 millones de francos suizos en todo el mundo a lo largo de 10 años en el programa que “crea valor a través de la cadena de suministro de café, que incluye a los cafeticultores y consumidores“, dijo el entonces consejero delegado, Paul Bulcke. La distribución de café robusta de alto rendimiento, así como la formación empresarial y de agronomía deberían conducir a una mayor productividad, según la empresa. En 2022, se anunció que en México se había distribuido más de 40 millones de plantas y que el plan continuaría con un nuevo enfoque de agricultura climáticamente respetuosa y de sostenibilidad con la certificación “4C”. Ésta certificación forma parte de un estándar industrial, que fue cofundado por Nestlé, pero no hay certeza de que se cumpla, según estudios.
Elmar Morales comparte las experiencias de Camarena. Este caficultor vive en su finca familiar con su mujer, dos hijos y padres. Él también creyó en la promesa de Nestlé y, en 2012, formó parte de la “segunda generación” de agricultores del “Plan Nescafé”. Hoy solo le quedan rabia y frustración, lo que más le duele, dice, es que su rostro y el de su madre aparecieron en las etiquetas de los frascos de Nescafé, con la leyenda: “beber este café ayuda a los agricultores de Chiapas a tener una vida mejor”.
En enero de este año, Elmar se reunió con Camarena y otros caficultores para escribir una carta protesta contra la Nestlé, la cual difundieron en medios de comunicación.
En el documento se quejaron de que el precio que hoy les compran, es de 26 pesos el kilo, lo cual es insuficiente. Por ello, exigieron un precio mínimo de 35 pesos por kilo que apenas les alcanzaría para cubrir los costos de la producción.
El precio de este 2024 es menos que el año pasado, que fue de 30 pesos, a pesar de que en el mismo período en la Bolsa de Londres el precio creció un 50%, un nivel alto en las últimas tres décadas.
Nestlé afirma que basa sus costos en la evolución de los precios del mercado internacional, pero los agricultores aseguran que en el pasado, esto se justificaba porque en el mercado internacional sí habían precios bajos, pero ahora, que el precio es alto, la situación no se refleja.
Este año, al inicio de la cosecha, algunos caficultores no vendieron su café a Nestlé porque tenían la esperanza de que el precio subiera, pero otros que necesitaban dinero para pagar su próxima producción, tuvieron que vender.
Para vivir bien del café, los caficultores coinciden que les deben pagar por kilo, 40 y 50 pesos. Sin embargo, pedir esos precios parece completamente ilusorio "¡No pedimos las perlas de la Virgen! Sólo pedimos un precio que nos permita vivir dignamente", aseguran.
En respuesta a la carta protesta, la empresa declaró que no era responsable, y que los productores deberían dirigir sus exigencias a las empresas intermediarias.
La mañana del 5 de febrero, 25 caficultores se reunieron frente a una de las empresas intermediarias, Casemex. Elmar Morales le dijo al director de esta compañía, que “en la escuela de Nescafé nos enseñaron a duplicar nuestra producción. Luego nos abandonaron. Nos enseñaron valores, principios, ética. ¿Dónde ha ido a parar toda esta teoría?".
El jefe de Casemex contestó lo que desde hace tiempo está claro para los caficultores: que la empresa intermediaria no puede mejorar el precio, porque es Nestlé la que pone los costos. Aún así, el empresario agregó que transmitiria sus quejas a la multinacional y que les informaría cuando hubiera respuesta.
El café de los pobres
Días después visitamos a Octaviano Morales Salas, en Villaflor, ubicada a una hora y media de Tapachula. Este hombre de 70 años, contó que en esta colonia 320 personas siembran el grano, en media y hasta en 15 hectáreas, para venderlo a Nestlé. Es “el café de los pobres”.
Ese día había junta ejidal, y el bajo precio del grano fue parte de los temas a discutir. Unas 40 personas llegaron a la sala municipal de la colonia. Al participar frente al resto de los caficultores, Octaviano lamentó las consecuencias de la política de precios de Nestlé.
“Como ya no hay nada que ganar con el café, los jóvenes se van a los Estados Unidos. Solo de nuestra comunidad ya han emigrado 180. ¿Quién se encargará de cultivar nuestra tierra?”.
Tras la reunión explicó que para ellos es demasiado caro estar en la certificación “4C”, porque implica trabajo extra y gastar más dinero. Por está certificación, Nestlé debería de pagar un extra, de 1 peso 20 centavos por kilo, en teoría.
Pero Octaviano dice que esto solo queda en teoría. porque cuando las empresas intermediarias les compran el grano, casi siempre se quejan de que lleva mala calidad, y a consecuencia, les quitan ese peso con 20 centavos que inicialmente les habían dado por ser 4C.
Por eso, la mayoría de los caficultores de Villaflor vende su café al “Coyote” -quien también es intermediario de los intermediarios-, que aunque les paga bajos precios, no les cuestiona sobre la calidad en la producción.
Además, muchos pequeños caficultores dependen de ellos porque les conceden préstamos, debido a que el dinero de la venta del café, no dura hasta la siguiente cosecha, y la mayoría que no tiene otro trabajo, no tiene para comer en julio y agosto.
El café que no tiene la certificación “4C” también parece acabar en las empresas intermediarias, EGOS, Casemex y Merino, a través de Coyotes. Pero estas empresas, que también son "unidades 4C", oficialmente controladas por Nestlé, deberían garantizar que todo el café que compran tenga esta certificación.
Queríamos confrontar a las empresas intermediarias y a las oficinas de certificación 4C con estas acusaciones. Sin embargo, nuestras preguntas quedaron sin respuesta a pesar de los repetidos seguimientos. Nestlé tampoco ha respondido a nuestras preguntas sobre este tema.
El muro frente a la empresa Casemex indica que la estrecha colaboración con Nescafé y 4C. © Damian Sanchez
El muro frente a la empresa Casemex indica que la estrecha colaboración con Nescafé y 4C. © Damian Sanchez
Los agricultores llevan su café al almacén del intermediario EGOS, que lo vende a Nestlé. © Damián Sánchez
Los agricultores llevan su café al almacén del intermediario EGOS, que lo vende a Nestlé. © Damián Sánchez
Sacos de café en el almacén de EGOS en Tapachula. © Damián Sánchez
Sacos de café en el almacén de EGOS en Tapachula. © Damián Sánchez
Los productores de café del Soconusco se enfrentan a numerosos problemas: las plagas de hongos que reducen la cosecha, y los efectos del cambio climático. Según sus estimaciones la escasez de lluvias del año pasado, provocó una caída de la cosecha, de entre el 10% y el 15%.
Además, no hay mano de obra para la recolección del café y el mantenimiento de las plantaciones. Tradicionalmente, los trabajadores vienen de Guatemala, donde la pobreza es aún mayor. Ganan unos 180 pesos al día, un salario que los/as caficultores apenas pueden pagar.
Con el tipo de cambio, de peso a quetzal (la moneda de ese país) el dinero se les hace menos, por lo que ya no vale la pena trabajar en Chiapas y prefirieren buscar fortuna en el norte del país o en Estados Unidos.
Trabajar en el paraíso tropical
Nos vamos con Marbella Salas y su esposo Luis Figueroa a su “Ranchito”, como ella llama a su finca de café de 5 hectáreas. Marbella muestra una serie de plantas de apenas un metro de altura: “Son los clones de Nestlé”.
Esta mujer asegura que cada vez sus plantas tradicionales son sustituidas por estas variedades más productivas. Sin embargo, agrega que muchos caficultores y caficultoras prefieren las plantas tradicionales, “porque las plantas de Nestlé, si no se fertilizan, producen pocos frutos, pero la mayoría no puede comprar fertilizantes”. Para ella es posible esa compra porque Luis trabaja en la construcción. Además, dice que los clones mueren rápido si las lluvias escasean y hay que sustituir cada ocho o diez años, mientras que las plantas tradicionales pueden vivir hasta 50 años.
De camino a su finca nos encontramos con un hombre de unos 60 años, y otro joven, ambos con machetes en mano. El adulto es un pequeño agricultor que produce 2,5 hectáreas de arábica, y robusta para Nestlé. El joven, es un trabajador, cortador de café que sueña con migrar a los Estados Unidos.
“Estoy esperando un visado de trabajo porque no tengo dinero para costear el viaje. Hace cinco años trabajé en una finca, pero solo aguanté dos semanas. En las fincas uno se levanta a las cuatro de la mañana, y la mayoría de las veces solo hay agua, frijoles y tortillas para comer. Hay que llevar manta o colchón para dormir”.
La miseria de los/as jornaleros/as en el Soconusco ya fue documentada hace siete años en la producción mexicano-estadounidense «Cosecha de Miseria». Se trató de una finca, cercana a la de Camarena, en la “Ruta del café”, que vende sus granos de café “4C” a la Nestlé, y donde se descubrió condiciones inhumanas para los trabajadores y niños guatemaltecos que cargaban sacos de hasta 50 kilos.
© Damián Sánchez
© Damián Sánchez
Las manos de un cortador después del trabajo. © Damián Sánchez
Las manos de un cortador después del trabajo. © Damián Sánchez
Alojamiento para trabajadores en una finca que cumple la normativa 4C. © Damián Sánchez
Alojamiento para trabajadores en una finca que cumple la normativa 4C. © Damián Sánchez
Gregorio López trabaja desde niño en plantaciones de café. © Damián Sánchez
Gregorio López trabaja desde niño en plantaciones de café. © Damián Sánchez
¿Ha mejorado la situación laboral? «Eso no se puede decir», explica Julio García, asesor de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Chiapas, y autor de un estudio sobre esta problemática. Simplemente no hay cifras, agrega.
Durante nuestra visita no fuimos testigos de escenas como las que se muestran en el documental, pero García dijo que probablemente se debe a que ya no había trabajadores porque la cosecha estaba terminando. Los factores de riesgo en el trabajo infantil no han disminuido, lamenta.
El mayor riesgo sigue siendo que los caficultores no tienen para pagar buenos sueldos a estos trabajadores, porque su café se los compran a bajos precios. Como consecuencia, el trabajo infantil continúa, como un espiral de pobreza: lo sanitario, la educación y la alimentación.
Falsas promesas
La economista especializada en el desarrollo, Vera Espíndola, trabajó como experta en café en el Ministerio de Agricultura de México y ahora trabaja para una empresa de cafés. “Los precios que reciben los/as productores/as de café, tanto para la variedad arábica como para la robusta, apenas suelen cubrir los costes de producción”, afirma. En la mayoría de los casos, significa vivir en la pobreza y sin unos ingresos dignos que garanticen las necesidades básicas. El derecho a un ingreso digno es un derecho humano consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
La razón principal, en opinión de Espíndola, son las “desigualdades fundamentales de poder y de acceso a la información entre compradores y agricultores”. Según la experta, este desequilibrio se ha agravado en los últimos 15 años. Esto contrasta con el hecho de que las empresas cafetaleras hayan puesto en marcha innumerables programas de sostenibilidad e iniciativas que deberían mejorar las condiciones de vida de los productores. Se calcula que alrededor de 5,5 millones -casi la mitad- de los caficultores del mundo siguen viviendo en la pobreza, y la mayoría de los productores de café están lejos de obtener ingresos dignos, mientras las empresas cafetaleras han ido obteniendo cada vez más benefícios, la parte del valor añadido que llega a los productores ha disminuido aún más. Y los trabajadores ni siquiera suelen estar incluidos en este cálculo.
Para Ric Rhinehart, experto en café y exconsejero delegado de Specialty Coffee Association, la organización mundial que agrupa a los cafés especiales, no es de extrañar que estos esfuerzos de sostenibilidad no hayan dado sus frutos. “Las promesas de las multinacionales son totalmente engañosas, porque utilizan su propia lógica de sostenibilidad, diseñada para exprimir al máximo el valor añadido de los agricultores”.
Las negociaciones con Nestlé: una burla
«¡Precio justo, precio justo!», resuena entre el grupo de 200 personas que se reunieron en febrero pasado, en la Ruta del Café. Durante toda la mañana, como protesta, bloquearon la carretera donde se ubican las empresas intermediarias. Ante las cámaras de los medios de comunicación locales, quemaron sacos de café, del Plan Nescafé y plantas clones.
© Damián Sánchez
© Damián Sánchez
© Florian Blumer
© Florian Blumer
Elifas Bámaca Hernández, coorganizador de las protestas, habla con los agricultores durante el bloqueo de la carretera. © Damián Sánchez
Elifas Bámaca Hernández, coorganizador de las protestas, habla con los agricultores durante el bloqueo de la carretera. © Damián Sánchez
Un representante del gobierno local prometió a los manifestantes una conversación con Nestlé México en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas. Diez días después, en la reunión, los caficultores y las caficultoras comprobaron que nadie del departamento de compras de la multinacional estaba, y que quienes habían asistido, eran autoridades locales que no sabían ni podían discutir el precio.
Todo fue «una burla de Nestlé» dice el caficultor Julio Castillo, que asistió a la reunión. Durante toda la temporada de cosecha, de octubre a febrero, lucharon por conseguir un precio justo. Al igual que el año pasado, el precio fue aumentado gradualmente, pero no hasta el precio exigido. De hecho, teniendo en cuenta la inflación, están recibiendo un precio menor que el año pasado. Algunos agricultores no vendieron su café porque esperaban un mejor precio, pero poco a poco se les ha echado a perder, y hay un riesgo de que lo pierdan todo.
Los caficultores están cansados. Castillo explica: “no queremos ni podemos pasar más tiempo discutiendo con Nestlé”. Lo único que piden es que el Plan Nescafé se convierta en lo que prometió y debe ser: un programa en el que los productores de café y la empresa trabajen juntos en beneficio de todos.
Castillo dice que quieren aprovechar ahora los meses que faltan hasta la próxima cosecha para organizarse mejor y que no se repitan los terribles precios de esta vez. Eduardo Camarena no es muy optimista, teme que Nestlé endurezca aún más su agresiva política de compras baratas, y, este año, la cosecha sea peor por la sequía. Sin embargo, renunciar no es una opción para él, como tampoco para la mayoría de los/as productores/as de café del Soconusco, quienes tampoco podrían permitirse cambiar de producto.
“Amo el café”, asevera Camarena.
En el video publicitario de Nescafé, en el que este caficultor prometió a su abuelo continuar con la finca, ahora diría que no necesitaría más cursos de gestión agrícola ni plantas, diría solo una cosa: que el gigante alimentario suizo pague por su café, un precio suficiente para vivir.
Reacción Nestlé
La respuesta que dio Nestlé para esta investigación, es "firmemente convencida" de que "los caficultores deben obtener unos ingresos suficientes para garantizar un nivel de vida digno para ellos y sus familias". Sin embargo, en un mercado que depende de la oferta y la demanda, no existe "ninguna solución es fácil". El grupo no tiene un precio mínimo garantizado, pero ofrece "los precios más competitivos en un mercado abierto" y una "prima para el café procedente de fuentes responsables" en función del origen y la calidad requerida.
En conclusión, Nestlé no dice ni una palabra sobre nuestras preguntas acerca de la situación específica en Soconusco y las protestas de los caficultores. Tampoco responde a la pregunta de por qué no ha respondido a los caficultores, que demandan mejores precios. En cambio, la empresa nos informó que más de 7000 productores de café en Chiapas participan en el Plan Nescafé, que "apoya a las comunidades cafetaleras para aumentar su productividad, reducir los costos de los insumos y mejorar sus condiciones de vida". Nestlé asegura que está "firmemente comprometida con el abastecimiento responsable y sostenible de café" en México y que reconoce el impacto positivo de este compromiso "en la economía y el desarrollo de las comunidades cafetaleras mexicanas".
Las familias caficultoras que cultivan café para Nestlé en Chiapas han lanzado una petición a Nestlé. Public Eye apoya la campaña.
La justicia global empieza por nosotros
Public Eye se compromete a garantizar que las empresas suizas cumplan con su responsabilidad de respetar los derechos humanos en todo el mundo. Reportajes como éste solo son posibles gracias al apoyo de nuestros miembros.
Datos de la publicación
Texto: Florian Blumer
Colaboración: Carla Hoinkes, Mariana Morales
Tradución / edición: swisstranslate / Mariana Morales
Fotos y vídeos: Damián Sánchez, Florian Blumer
Infografía e implementación en línea: Fabian Lang